sábado, 13 de agosto de 2011

Soy la hija

Me atemorizan como plagas de gusanos, reunidos para un ataque sorpresivo y maligno.
Caigo como una rama del árbol aquél, que se enfrenta a  la maldad del humano.
Soy la hija quien hace de madre. Soy la hija que rehuye de sus deberes para dar templanza a ellos que lo necesitan. 

Me llaman hija en la sobriedad y me llaman traicionera, en lo impúdico de su paternidad. 
Lloro, porque intento creer en sus promesas. Son los padres comprensivos, libertinos y cariñosos. Empero de su seuda honestidad hacia mi persona. Nos clavan dagas deshonestas, a causa de su beodo estado. 

Yo amo a aquella mujer, que ha sufrido los delirios de la vida. Que ha matado su tiempo en el trabajo, por traer el pan que alimenta nuestros cuerpos. Ella es la culpable de mi ventura y desventura. Eres quien amo y quien odio. 
Tal vez el día de mañana por fin comprendas qué siento yo cuando te veo así. Cuando me veo en el espejo, idéntica a ti, mi rostro se ilumina como el destello del primer rayo de sol que se asoma por la cordillera. No obstante, me deshago en el suelo que me espera caer, cuando me veo en el mismo espejo, con los ojos cristalinos, con las mejillas rasgadas por el paso del papel para secarla cuando lloro. Aún así, ilusa y niña como hasta hoy lo muestran mis facciones. Espero que un día mi querida madre consigas ser feliz sin tener que entrar en aquél cúmulo de embriagadez literal.