jueves, 23 de mayo de 2013

velada




Qué poeta ha de intervenir en el papel blanco, cuando tiene en su puñal la sangre

de su historia.

La penumbra de lo innombrable; lo invariable de la soledad y el ruido de las tripas 

titilantes.

Siento ganas de presionar la tierra,

convertir lo seco en fuego.

Ando con el rencor expuesto en mis venas.

Me estoy comiendo la materia con los ojos.

Estoy escupiendo palabras hexagonales.

Hoyos de estremecimiento. 

Llovizna de tejados sucios. 


Una naturaleza esquizofrénica me inunda hasta el cuello. 


Me deja con las manos nerviosas.

Incapacitada y estúpida ante este papel que me grita.

Quiero sentirme calma para que la verborrea me acongoje y me permita exprimir

lo que en mí cerebro caprichoso se almacena. 

Esperaré; impoluta hasta que lleguen aquí,


aquellas palabras que nunca vienen.