Está ahí, durmiendo, observando por entre sus sueños los paisajes temidos, inalcanzables, tétricos y bellos.
Se encuentra caminando por las piedras, por el agua del río que se acaba.
A veces viene a contarme sus viajes. A veces corre para alcanzarme. Sin embargo, no siempre puede tomarme de la mano para llevarme con él.
Me digo a mi misma que él no quiere volver a estar aquí para acompañarme por siempre. Pero le digo gritándole que quisiera perderme entre sus pensamientos y sus brazos.
Lo único que se regocija en mi memoria son sus palabras y las tan inquietantes ocasiones de encuentros entre nuestros cuerpos agitados por las caricias y el deseo de ser devorados.
Hoy, él está aquí, despierto vociferandole al mundo que me ama.
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