jueves, 1 de diciembre de 2011

Si tu nombre fuera Angélica


Ella piensa en cómo decirle al mundo que está cansada.
Intenta hablar con su pensamiento, con el aire, con sus manos, con el sol.
Plasma su karma en la muerte más cercana.
Procura convencer, aquél ente con quien conversa, de su desesperación, de su fatiga. Que los años le pesan.
Que el aliento se retiene por cada suspiro que emana su alma.

Aún así ella ríe, como si le contaran algo con gracia, algo salido de las entrañas.
Una sonrisa leve, pero resignada.

Ella tiene su nombre escondido, pero como yo la veo a la distancia creería que es Angelica. 
No parece un ángel, sin embargo sus ojos intranquilos manifiestan un abrigo perpetuo.

Angélica está sentada bajo las sombras para escabullirse de este calor de noviembre, parecido al de enero.

La soltura del viento me permite esgrimir las líneas finales para aquella mujer que me ha inspirado esta tarde.

Como amarga es tu presencia, amargo queda el sabor de mi día. Empero de tu desventura querida Angélica, la certidumbre de tú locura, no me deja sola. 

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